Igualada — Parte 1: Génesis, mito y la villa-mercat
La historia de Igualada se lee como la biografía de un lugar que nació en la intersección del mito, la geografía y el intercambio comercial. Situada en la cuenca del río Anoia, la ciudad se desarrolló históricamente como un nudo de comunicación entre la costa catalana y el interior peninsular. Ese emplazamiento físico fue determinante: condicionó su economía, su defensa y su carácter urbano.
1. El mito fundacional y la orografía
Antes de las crónicas y los registros notariales, la tradición oral construyó una explicación simbólica del paisaje igualadino. La leyenda cuenta que un estanque ocupaba el valle hasta que un agricultor, para ganar tierras de labranza, invocó al diablo para desecarlo. El episodio, que remite a imágenes de transformación violenta del terreno —la formación de los "Tres Mollons"—, se fijó luego en la heráldica local: las aguas en el escudo recuerdan ese pasado lacustre y subrayan la relación histórica de la ciudad con los recursos hídricos.
La geología y la hidrología reales, menos fantásticas pero igual de relevantes, ofrecieron al asentamiento el río Anoia y un acuífero que permitiría la construcción del Rec —la acequia que acabaría siendo la columna vertebral de los oficios ligados al agua: molinería, curtido, y otras industrias preindustriales y modernas.
2. Nacimiento de la "vila-mercat" (siglos X–XI)
Históricamente, Igualada no creció alrededor de un castillo señorial sino de la actividad mercantil. El término "vila-mercat" describe ese perfil: un núcleo urbano surgido por la confluencia de caminos y por la función de plaza de intercambio. Documentos medievales sitúan el núcleo primitivo alrededor del año 1000, y durante el siglo XI se consolida en torno a una sagrera, el territorio protegido que rodeaba la iglesia y aseguraba inmunidad y actividad comercial.
La disposición urbana primitiva —calles estrechas orientadas hacia la Plaça Vella y posteriormente hacia la Plaça Nova y la Plaça del Blat— responde a necesidades comerciales: la trama refleja parcelaciones pensadas para facilitar el trueque y la actividad agraria relacionada con los cereales. Calles como la de l'Argent conservan aún vestigios del parcelario medieval regular, prueba de una planificación orgánica orientada al intercambio.
3. El papel del agua y el Rec
El Rec, acequia y sistema hidráulico, no fue sólo infraestructura: modeló la especialización productiva. Junto a sus riberas se ubicaron las primeras adoberías y talleres que requerían del agua para el remojo y el tratamiento de pieles. Desde los primeros asentamientos, esa dependencia del recurso hídrico marcó la dirección económica de Igualada: del pequeño taller artesanal a la gran instalación fabril.
4. Primera estructuración social y económica
La condición de centro de paso y mercado propició una sociedad urbana con oficios diversos: tejedores, curtidores, molineros y comerciantes que convivían con una burguesía mercantil aún débil frente a los grandes señores feudales de la comarca. La ausencia de un gran castillo protector habilitó, paradójicamente, el desarrollo de un tejido ciudadano con mayor autonomía mercantil, algo que explicará muchas de las decisiones colectivas posteriores de la comunidad igualadina.
5. Lo que nos deja la etapa medieval
- Un modelo urbano articulado por el comercio y las plazas públicas.
- Una temprana especialización en actividades vinculadas al agua.
- Un tejido social que combina oficios, pequeños talleres y una burguesía emergente.
En los próximos capítulos seguiremos la transformación de Igualada: desde la consolidación de defensas y murallas hasta su lenta transición hacia centros industriales en los siglos posteriores. Fuente principal: el documento “Historia de Igualada: Acontecimientos Clave”. 0

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